Ni mil rosas podrán nunca llenar esa belleza que tenían mis ojos al mirarte
Ni mil pastillas
pueden curar el atómico dolor que siento en el pecho al mirar tu ausencia
Es que la nada es
nada sin tus ojos, la nada es hiel cuando esa nada no te tiene a ti
Tus cabellos aún
me acompañan, espaciados entre si en esa almohada que te vio dormir
y el perfume de
las rosas me habitan y pienso en ti.
Pienso en como
pude ser tan mortal, tan poca cosa para dejarte ir
Este silencio que
grita tu nombre, ese tu nombre que no deja de latir en cada lagrima que me
asalta.
Como cuando la
navaja abre la piel del indefenso, como cuando el plomo penetra los tejidos
Así se abre hoy
el desgarro de mi alma al no tenerte más, al no mírate más.
Así se cae por
pedazos esa ilusión de ser más, de dar más, y por pedazos va armando en el
suelo, uno a uno, la forma de la tumba de mis risas, del sepulcro de mi
sentido.
Tal vez, debería
enterrarme yo mismo, tal vez, debería de encargarme de moldear ese panteón y
dar un mejor uso en esa mi tumba a esas rosas amarillas que no sirven de nada
si tu no estás.
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